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La importancia de llamarse Constanza


El tiempo político y comunicacional anterior a la postulación de Constanza Moreira como precandidata del Frente Amplio para 2014, y estos días en que se cumplieron distintos rituales de la oficialización de su candidatura, mostraron varios tipos de reacciones.
Las más agresivas y sospechosamente molestas, como las de Lucía Topolansky y Eleuterio Fernández Huidobro; la de la prensa masiva, que apunta a construir alguna rivalidad o enemistad desde la cual lucrar y perjudicar a la izquierda; las seguramente adversas pero suficientemente inteligentes como para concluir que esta rival les sirve electoralmente en un corto plazo y que lo que ocurra después no es tan importante porque ya no estarán en la política activa Tabaré Vázquez ni Danilo Astori. Quien esto escribe la apoya calurosamente, básicamente por razones que se exponen a continuación. Gran politóloga Hace más de 30 años que conozco a Constanza. Desde la militancia y desde sus comienzos como investigadora y politóloga. Siempre activa, positiva, simpática, trabajadora visible e invisible, transparente y coherente, recorriendo su trayectoria académica sin perder contacto con la militancia concreta y cotidiana (licenciatura, maestría, doctorado, docente universitaria, hasta dirigir el Departamento de Ciencia Política y vivir una intensa agenda internacional). Es una reflexiva decisora política, con una formación que no tienen los políticos prácticos, lo que le permite hoy, luego de una experiencia legislativa formal, entender mucho mejor la política que ellos. El boliche se adquiere fácilmente con formación teórica, pero lo contrario es casi imposible, y sólo con chamuyos de especialistas nadie se vuelve conocedor de ningún tema. Como persona académicamente formada, saludo con satisfacción su ascenso en la consideración pública, con la esperanza de que ‘Harvard’ muestre toda la utilidad práctica negada por el resentimiento envidioso que meros baquianos y vates sienten hacia especialistas y poetas. Uno de los grandes desafíos será el de mostrar que puede implementarse el conocimiento sistemática y metódicamente adquirido, condimentado con práctica y experiencia. Quienes conocemos con cuánta abnegación y entereza superó tremendos dramas personales, sabemos que podrá pasar el peaje de la inmersión práctica en un mundo de gerontes baquianos, con ventajas sobre ellos. Porque si bien sesentones y setentones tendrán más experiencia práctica, ella también la tiene, y les saca mucho más ventaja en información y conocimiento que la que le pueden sacar a ella en experiencia. Disidencia más novedad El Frente Amplio tiene, desde hace varios años, al menos dos tareas político-electorales que viene eludiendo casi sistemáticamente: cómo manejar la inevitable formación de una disidencia interna (de orígenes varios), y cómo integrar la novedad en cuadros y temas no bien contemplados y jerarquizados en planes, programas y medidas de la cúpula gubernamental actual. Constanza Moreira, como bien lo ha expresado en larga entrevistas, puede ayudar en ambos rubros y aglutinar en torno a banderas nuevas disidencias al menos de esta lista incompleta: desde los muchos que consideran que los gobiernos 2005-2013 no han sido fieles al legado histórico de las izquierdas, ni en la profundización de la redistribución, ni en la retórica contraria a los diferentes macroexplotadores del mundo contemporáneo. También podrá canalizar el alejamiento de las bases respecto de una cúpula gobernante que se aisló del partido y de ellas, sólo acariciando de modo populista y efectista al electorado global. Movimientos temáticos nuevos y reivindicaciones de libertades y garantías, cuasiliberales, pueden rescatarse, junto con sus nuevos actores, para que no sean dejados de lado por gente que ha asumido que la problemática de ayer se mantiene inalterada y que los actores también, a lo más estigmatizados groseramente como insolidarios los adultos y consumistas los jóvenes, respecto de algún mítico limbo inventado retrospectivamente como real. Esa recuperación de disidentes y nuevos, que podrían no votar o votar a otros, es un plus que, gane quien gane, Constanza Moreira puede aportar; por lo menos podrían agredirla menos si les va a encarrilar a muchos considerados como ovejas descarriadas, manzanas podridas o militantes por pavadas. En el corto plazo será, entonces, ideológica, política y hasta electoralmente muy funcional al futuro inmediato de la coalición, aportándole lo que ésta ha perdido como movimiento vivo y lo que puede no absorber de lo nuevo. Anticipo de la renovación 2019 El Frente Amplio, que presumiblemente no tendrá problemas electorales en 2014, sí los tendrá en 2019, cuando esté en su punto de madurez Lacalle Pou y cuando Bordaberry pueda explotar la ausencia de figuras de tanto arraigo popular y trayectoria gubernamental coincidentes con bonanzas económicas (ligaron todas las muestras y no cantaron contraflor ni real envido), como la santísima trinidad Tabaré-Danilo-Pepe. Será necesaria una nueva usina de ideas que respondan a nuevos tiempos y a la necesidad de liderazgos que enfrenten desde lugares diferentes lo que serán el nacionalismo blanco y el conservadurismo colorado. Una renovación demográfica de líderes y de candidatos necesita de un proceso de maduración que puede y debería nacer ya, desde una agenda alternativa, en ideas, medios políticos y comunicacionales distintos, figuras con un atractivo nuevo. Que desde ya se dirijan al nuevo público actual y al público por venir, y no al que no existirá (eso que lo hagan los gerontes baquianos). Y llevarlo a moverse, a proponer alternativas, a mudar prioridades, desde ya, de por sí y como ejercicio de actualización y de prospectiva. Cambios y recambio En la medida en que el cambio social se acelera, cada vez serán necesarios más veloces recambios en elencos militantes y gobernantes, que enfrenten problemas nuevos y prioridades nuevas para problemas conocidos. ¿Quién diría, por ejemplo, que el rígido moralismo autoritario y totalitario de la izquierda iluminista cobijaría minorías activas que terminaran proponiendo algo como la regulación responsable de la marihuana, con producción y distribución estatal, y tolerancia de coffee-shops y autocultivo? Viene siendo un recambio generacional que registra un cambio cultural de época. Mientras los gerontes baquianos sostienen que son temas menores, quizá de chetos decadentes hippoides, ignoran lo que hay detrás: gente muy ilustrada y de cabeza abierta, gente nueva que percibe lo de hoy y no piensa que cualquier hoy es una mera variedad del ayer, que debe ser tratado según las recetas de la experiencia sobre ese ayer. Todas estas importancias tiene la candidatura de Constanza Moreira, mucho más allá de los ninguneos y descalificaciones de que ha sido objeto. Eso no significa que vaya a ganar ni que vaya a obtener un porcentaje apreciable. Pero ésos no serían parámetros inteligentes para medir su importancia global como índice de la marcha de un proceso. Si formaliza medianamente todas las virtualidades anotadas, su influencia y la de la gente que la apoye será mucho mayor porcentualmente en el futuro de lo que pueda ser hoy. En realidad, hay que darse cuenta de que ‘ladran, Sancho’ y de que las verdaderas tareas, que pueden ser síntomas de éxito futuro son: construir diagnósticos y soluciones alternativas que muestren masivamente las diferencias profundas; impulsar recambios de elencos; enfrentar problemas nuevos, fuera de la agenda y prioridades hoy; secundarizar todo inmediatismo populista. Son cosas que la izquierda hizo en el mundo y que la llevaron a triunfar. No lo han hecho más desde que probaron del árbol venenoso del poder, sin respaldo teórico ni antídotos contra eso. Pero es posible reactualizar la utopía, cosa que los ahora ucrónicos triunfadores ya no hacen, porque les crecieron ojos en la nuca, se volvieron miopes o cosas peores. La candidatura de Constanza puede reverdecer esos laureles y edificar mundos posibles por mejores, más actuales, y perfectibles desde la autonomía de los actores.

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